Cine con alma oscura

Hace más de una década comenzó a interesarme de una manera especial el cine realizado en Canadá. Creo que fue Denys Arcand y su película «La caída del imperio americano» la que llamó mi atención inicialmente y me puso en alerta de las producciones que tenían sello canadiense. Al iniciarme poco a poco en directores y películas venidas de ese hermoso país observé que las diferencias lingüisticas existentes allí también se hacían notar en su cine, y no solo en el aspecto del idioma empleado. Por decirlo de un modo general, y sin desmerecer en absoluto las producciones canadienses anglófonas de excelentes directores como Atom Egoyan, David Cronemberg, Patricia Rozema y otros, en mi opinión, el cine canadiense francófono está mucho más cerca de la cinematografía europea, donde importa más lo que se cuenta que la espectacularidad de la producción o la participación de grandes estrellas mediáticas.

Entre los directores nacidos en Quebec, que realizan sus trabajos en el idioma de Moliere, cabe destacar a Denis Villeneuve que, con 43 años y cuatro destacables largometrajes en su filmografía, consigue mantener bien elevado el listón del buen cine francófono y consigue reconocimiento internacional con su útimo trabajo, «Incendies».

Tras asistir a una representación de la obra de teatro del mismo nombre, escrita por el aclamado dramaturgo libanés, Wajdi Mouawad, el realizador canadiense sintió la ineludible necesidad de llevar a la pantalla grande esta brutal y emotiva historia que consigue hacernos sentir y pensar sobre uno de los principales puntos negros de nuestros días, el eterno conflicto en Oriente medio. Según palabras del propio Villeneuve, Mouawad le cedió los derechos de la obra con dos condiciones: la primera, que realizara un trabajo personal con toda la libertad posible; la segunda, que no le pidiera ayuda durante su realización.

Tras asistir a la enorme bofetada que «Incendies» perpreta en el rostro de la condición humana queda patente que Villeneuve ha conseguido una película dolorosamente necesaria, que huye de efectismos baratos y posicionamientos inadecuados, sacando a la luz las enormes atrocidades que realizan y han realizado distintas civilizaciones en nombre de la religión y los absurdos nacionalismos. Se muestra sin censura aquella maldad que borra cualquier atisbo de humanidad y nos empuja sin remedio a la ira más salvaje que todos escondemos en nuestro interior y deberíamos mantener anestesiada durante nuestra existencia.

Al salir del cine uno se plantea seriamente miles de cuestiones: ¿realmente un niño deja de serlo según el lugar donde haya nacido y la religión que profesa su familia?¿está justificada la venganza dentro de la ética humana?¿en cualquier conflicto bélico existe la figura de «los malos y los buenos» o son todos parte de una misma maldad injustificada?. Seguro que algunas personas se alejan de estas cuestiones justificando que el conflicto de Oriente medio no es una realidad cercana en sus vidas. ¡Esa no es la cuestión! El hecho de que tengamos la suerte de haber nacido en un país occidental, en un entorno democrático donde se respetan los derechos humanos, gracias a la lucha y el sacrificio de nuestros antepasados, no debe mantenernos ajenos al sufrimiento de otros; más bien todo lo contrario.

Centrándonos en el aspecto técnico de «Incendies», la película regala impactantes imágenes acompañadas en sus momentos más oníricos de una banda sonora que potencia el lirismo de ciertos fotogramas. El inicio es un buen ejemplo de ello, cuando todavía no conocemos la historia de la que vamos a ser testigos. Los actores realizan una más que notable interpretación que dota al film de una mayor veracidad reforzándose con la participación de un gran número de actores no profesionales. Lubna Azabal que lleva el peso de la trama, dota a su personaje de una fuerza desmesurada y una contención que sólo es quebrantada en los momentos de máxima dureza, cuando no tiene más remedio que explotar, hasta que llega el instante en el cual su personaje no puede soportar más dolor y deja de hablar para siempre. Eterna «mujer que canta». Rémy Girard, actor habitual de las películas de Denys Arcand, tiene también un determinante papel en el film que resulta el hilo conductor de toda la trama.

«Incendies» presenta una factura solvente, un excelente montaje que va desgranando poco a poco innumerables secretos durante sus 130 minutos de metraje en ningún caso excesivos, si no más bien necesarios y totalmente llevaderos si no fuera por la aspereza de alguna de sus imágenes que ahondan en lo más profundo de nuestras conciencias.

De cualquier forma, estamos ante una película totalmente necesaria para todas aquellas personas que buscan en su visita al cine mucho más que distracción. Aquellos que se acerquen a ella seguramente buscarán comentar con otros espectadores su experiencia. «Incendies» está viva y continua creciendo en nuestra conciencia tiempo después de abandonar sus imágenes en la sala oscura.